altura de la viña: 100-700 m │hectáreas de viña: 1.930 │pluviometría anual: 422 mm │temperatura media anual: 15,7° │ viticultores: 618 │bodegas inscritas: 37
Pocas regiones tan inhóspitas y avaras en la producción de uvas tienen tanta capacidad para elaborar vinos excepcionales. La comarca del Priorato, lindante al sur con el Ebro y señoreada por las montañas del Montsant, tierra adentro, ofrece un paisaje abrupto, pedregoso, y es una tierra marcada por hitos históricos y geográficos.
Los monjes de la cartuja de Scala Dei fueron los introductores del arte de la viticultura en esta tierra de pizarra a mediados del siglo XII. Ellos fueron, sin duda, los verdaderos pater vinarius de sus sabrosos vinos.
En torno a estas peladas rocas hay asentados pequeños núcleos rurales, verdaderos pesebres, y en los costales de mediodía se cultivan hoy esas viñas viejas que han resistido el paso de los siglos, sobreviviendo en las escarpadas laderas de los pequeños montes que se suceden casi sin solución de continuidad. Pero hoy todos conocemos el Priorato vitivinícola moderno, cuya historia y reconversión empezó a finales de los 80. Todo empezó a partir de las inquietudes de un grupo de locos fanáticos como René Bardier, José Luís Pérez, Carles Pastrana, Álvaro Palacios y más tarde Daphne Glorian, para hacer grandes vinos clásicos en esa zona tan abrupta como aislada y atrasada, pero con una larga tradición vinícola y, sobre todo, monacal.
Recuperaron algunos viñedos centenarios de Garnacha, plantaron nuevos viñedos de Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah en empinadas terrazas, acomodaron humildes bodegas –algunas compartidas- con buenas barricas, y empezaron con pequeñas producciones de vinos tremendamente expresivos, con una poderosa personalidad marcada por la pobreza de la tierra, el clima riguroso y el sabor del terroir. Todos tenían su vino, su “clos”: Mogador, Dofí, Martinet, L’Obac, que intentaron comercializar la botella a 5.000 pesetas de las de antes, era entonces difícil, y sus esfuerzos se dirigían casi exclusivamente a la exportación, que todavía hoy sigue siendo el 50% de su mercado. Sin embargo, después de años de trabajos ímprobos vino la recompensa: Álvaro Palacios inventó L’Ermita, arrasó en las tablas de valoración de las mejores guías mundiales, y nació el mito. La escasa producción y su precio astronómico para los parámetros españoles –cerca de los 400€ la cosecha del 2001-, se agotó tan pronto llegó al mercado. Ahora, lo cierto es que los modernos prioratos se cotizan en los mejores mercados parisinos, londinenses y norteamericanos, y sus precios se codean con los mejores tintos de mundo, incluidos los más afamados vinos de Burdeos y Borgoña.
La primera DO Priorat se estableció en 1932, y la actual Denominación de Origen Calificada (DOQ) se aprobó a mediados de 2009. La DOQ Priorat es la única denominación de origen calificada en Cataluña, de acuerdo con los procesos y sistemas de producción que se siguen en esta región vitivinícola. Para que una denominación de origen pueda acceder a ser calificada, deben haber transcurrido, al menos, diez años desde su reconocimiento como denominación de origen, y acreditar el cumplimiento de otros requisitos, como establecer un sistema de trazabilidad vitivinícola integral que abarque las parcelas de viña, sus producciones de uva, identificadas por lotes, el transporte, la elaboración, la crianza o el envejecimiento, el embotellado, etiquetado, el embalaje y la comercialización. También garantizar que los productos amparados por la denominación de origen calificada se comercialicen exclusivamente embotellados en las bodegas que estén inscritos y ubicados en la zona geográfica delimitada. Todo ello pasa por instaurar un sistema de control de calidad y certificación de los vinos protegidos, desde la fase de producción hasta que salgan al mercado, que incluya un control organoléptico y analítico por lotes homogéneos de volumen limitado y de conformidad con las características que deben reunir los vinos amparados establecido en el reglamento. Por otro lado ordenar que en las bodegas inscritas solamente tenga entrada uva o mosto procedente de viñas inscritas o vinos procedentes de otras bodegas también inscritas, y que se elabore exclusivamente vino, con derecho a la denominación de origen calificada. Por todo ello, una Denominación de Origen Calificada garantiza el origen del producto en su totalidad, mediante la ejecución de todo el sistema de trazabilidad en origen, evitando así someter los productos a unas condiciones que no se consideran óptimas para el mantenimiento de las características de estos vinos.
Situación, clima y suelo
La Denominación de Origen Calificada Priorat es una pequeña región montañosa situada en medio de las comarcas de Tarragona. El macizo de la sierra de Montsant la delimita por el norte, a poniente está la sierra de la Figuera, por levante la cresta del Molló y por el sur el territorio se abre siguiendo el curso del río Siurana aguas abajo hacia el Ebro. El río Siurana y sus afluentes son la arteria geográfica principal de la zona, y provocan una serie de valles y pequeñas llanuras gracias también a la sinuosidad geológica de las crestas y las laderas de las montañas.
El relativo aislamiento respecto de la influencia del mar y, al mismo tiempo, la protección que ofrece la sierra de Montsant a los vientos fríos del norte, confieren a la zona de la DOQ Priorat unas condiciones climáticas muy peculiares, marcadas sobre todo por las notables oscilaciones térmicas entre el día y la noche. Así, en verano se pueden alcanzar temperaturas mínimas de 12 grados, mientras que las máximas pueden llegar hasta los 40 grados, aunque la superficie de la tierra rocosa puede alcanzar valores mucho más elevados. La temperatura media anual oscila entre los 14 y los 12 grados, de la parte más baja en la zona a pie de Montsant. La pluviometría media anual se sitúa entre los 400 y 600 litros por metro cuadrado, algo más elevada a medida que nos desplazamos hacia el este. Estas condiciones climáticas con presencia de los vientos del noroeste, que provocan una evaporación rápida de la humedad de la superficie, junto con la composición geológica del terreno y la estructura especial del suelo, permiten que las raíces de la planta se introduzcan entre las diferentes hojas laminares que forman las pizarras. Estas condiciones favorecen la maduración completa del fruto que permite su recolección en el momento óptimo y permite aportar a los vinos unas características inconfundibles respecto de otros similares y propician la obtención de vinos de gran calidad. Por otra parte, estos suelos duros y el clima seco provocan que la cepa obtenga muy poco desarrollo, lo que facilita la baja incidencia de enfermedades.
Este territorio lleno de colinas está formado por materiales de la era paleozoica, principalmente pizarras del Devoniano y el Carbonífero (formadas entre 416 y 318 millones de años atrás). Por tanto, son las pizarras más antiguas que se pueden hallar en Cataluña actualmente. Los suelos son poco profundos, normalmente de un solo horizonte y en seguida (a unos 10-15 cm) ya se encuentra la roca madre. Tienen un bajo contenido en materia orgánica y están formados mayoritariamente por la disgregación de las pizarras, que aquí reciben el nombre de llicorell o llicorella, unas piedras laminares y quebradizas de color de cobre oscurecido, entre las cuales penetran las raíces de las cepas en búsqueda de humedad, agua y nutrientes. Por eso, toda la zona de producción se caracteriza geológicamente por suelos con predominio de pizarras carboníferas, con afloramientos de rocas hipogénicas, en estratos muy inclinados que constituyen un conjunto de montañas de fuerte desnivel, pedregosas, sin valles ni llanuras intercaladas, por lo que el cultivo de la viña se hace difícil y costoso y la producción es baja, pero adaptada perfectamente a estas condiciones.
Variedades
Aquí, el suelo está cubierto por lamas de pizarra y gruesas piedras, la lluvia es escasa y el sol reverbera en verano sin ninguna clemencia. Muchas viñas, las mejores, tanto las nuevas como las más viejas, tienen que trabajarse a mano, con ayuda de animales de carga y porteadores que llevan en sus lomos las sucesivas cargas de la vendimia, donde las producciones de un kilo, o incluso menos, por cepa, son las más habituales cuando se buscan vinos de calidad. Hoy en día, el Priorato posee tan sólo 1.900 ha de viñedo, y es difícil que esta cifra aumente porque a su alrededor, como si de un anillo se tratara, se ha creado la nueva Denominación de Origen Montsant. Todo ello hace que sus bodegas sean minúsculas, con unas producciones tan cortas que parece que sus vinos tengan una existencia más virtual que real, con mucha artesanía, tradición y, además, modernidad.
Las variedades tintas recomendadas y las autorizadas son la Garnacha Tinta, Cariñena o Mazuelo, Garnacha Peluda, Tempranillo o Ull de Llebre, Picapoll Negro, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Pinot Noir, Merlot i Syrah. Y en blancas destacan la Garnacha Blanca, Macabeo, Pedro Ximénez, Chenin Blanc, Moscatel de Alejandría, Moscatel de Grano Menudo, Blanquilla, Picapoll blanc i Viognier.
Los vinos
Además de la DOQ Priorat también coexiste otra supra denominación, “Vino de Vila”. Los Vinos de Villa son aquellos que se han elaborado a partir de uvas de una misma población, y son la expresión del vínculo de estos vinos con el territorio. A principios de 2013, ya se habían registrado más de una veintena de Vinos de Villa, una buena muestra de la apuesta por la calidad y la tipicidad que continúan haciendo las bodegas de la DOC Priorat. El objetivo de este proyecto es dar un paso adelante en la línea de reforzar la identidad de los pueblos de esta denominación de origen reafirmando aún más sus lazos con los vinos que se producen. De hecho, una de las características de los vinos del Priorat más valoradas por los expertos es su alta fidelidad al suelo de origen, es decir, al terruño.
Las uvas Cariñena y Garnacha tinta son la base de los actuales tintos, pero también lo fueron de los antiguos. De estas dos variedades, sabiamente mezcladas, nacen unos tintos de color granate, robustos, de sabor denso y rico, y de intenso aroma. La presencia de Syrah, Cabernet Sauvignon y Merlot en porcentajes variables en algunos vinos, contribuye también a incrementar el matiz suntuoso y opulento de los tintos. Sus aromas recuerdan la fruta muy madura, a veces en confitura, y los mejores se caracterizan por un marcado carácter de terruño que da abundantes notas minerales. A medida que envejecen adoptan mucha complejidad, y alardean de favorecer la aparición de la familia de los aromas empireumáticos, de hidrocarburos, de regaliz, café, cacao y especias que recuerdan el clavo, la nuez moscada, la canela y la pimienta. En boca poseen un gran carácter, son potentes, carnosos, marcadamente tánicos y muy persistentes, por lo que requieren un mínimo de cinco años desde su cosecha para que sus taninos, poderosos y astringentes, se domestiquen y el vino adquiera suavidad y finura. Los blancos son mucho más escasos. Se elaboran principalmente con Garnacha Blanca y Macabeo, pero también hay plantaciones de Chenin Blanc y Viognier. Los clásicos son abiertamente dorados, y presentan aromas de frutas maduras junto a notas balsámicas, de hierba, manzanilla y flores de lirio, algunos con matices amielados. En la boca resultan untuosos, aunque frescos, y presentan un paladar sápido y también mineral.
Los olvidados vinos rancios del Priorat es una de las joyas de la viticultura mediterránea: tintos y blancos fortificados con alcohol y sometidos a una crianza oxidativa generosa. El Priorato elaboró siempre vinos de esta especialidad, tanto tintos como blancos, pero hoy en día es difícil encontrar estos ejemplares en extinción, eclipsados por la fama de los tintos.
Actualidad y futuro
Si se había establecido un concepto de «Clásico Priorat» en los últimos veinte y cinco años, ahora está en horas bajas. Aquellos vinos que eran producto de una mezcla entre viña vieja autóctona y vid joven foránea, que sufrían de un exceso de concentración y terciarios y de una indefinición varietal que desorientaba a todos, cada vez son menos. El Priorato busca ahora frescura y proximidad, sin renunciar a los rasgos característicos que siempre la han definido: mineralidad, potencia, grado y fruta secada al sol. Ahora, sin embargo, incluso hay quien consigue que esta fruta sea fresca: vuelven las garnachas jóvenes como la de Scala Dei, los vinos de vendimias más verdes como los de Dominik Huber, cambia el espíritu de los grandes vinos como sucede con Mas de la Rosa. Muchos otros intentan huir de la pizarra, haciendo vinos de cierta altura procedente de viña vieja plantada en arcilla. La vanguardia del Priorat va por ahí, sin renegar de la madera pero sí de un estilo Parker que ya es historia.
Por la parte más mundana de los vinos del Priorat, a menudo se resiente del hecho de que mucho del cabernet y del merlot que hay plantado va a parar allí. Es cuando aparecen los vinos de cinco variedades (garnacha tinta, cariñena, merlot, syrah, cabernet sauvignon) que no tienen otro sentido que ser consumidos pensando que se trata de un priorato, cuando en realidad se trata de un recurso de la bodega para ir haciendo vinos con lo que tiene.
El futuro pasa por injertar mucha viña foránea hacia la Garnacha, Cariñena o quizás blanco. Los coupages de Garnacha Blanca, Macabeo y a veces Pedro Ximénez (considerada autóctona especialmente en los alrededores de Poboleda, donde lleva un par de siglos dando cosecha) cada año producen vinos más sorprendentes e imaginativos, dignos de ser comparados con los mejores blancos del mundo. El Consejo Regulador es consciente, pero todavía hay cierta resistencia y el uso excesivo de madera en los vinos tintos es moneda de cambio habitual en una cata de vinos del Priorat: son excelentes, pero muy a menudo el vino está demasiado tapado por la barrica. Cosas a corregir; siempre es bueno que haya.


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